Presentación

La idea de este libro se ha ido gestando desde hace unos años. Ha pasado un tiempo desde que comenzamos a ponerlo en marcha un tiempo en que ha sido necesario superar duros momentos en los que gracias a la firme convicción de saber que hacíamos lo correcto nos fue inyectando dosis extra de la energía y el optimismo necesario para poder llevarlo a término.
Elegimos como vehículo el libro porque la cultura fue una de las más importantes reivindicaciones de la época en que vivieron los hombres y mujeres cuya memoria aquí pretendemos recuperar y homenajear. La lectura es una excelente herramienta a la hora de transmitir al lector un amplio abanico de vivencias, acontecimientos, ideas y sentimientos etc.
Hemos tenido la gran suerte de compartir con muchas personas que se han identificado con nuestro proyecto y que hemos contado con una gran ayuda y solidaridad desinteresada por su parte, lo que muestra una extraordinaria calidad humana. Para nosotros ha sido esta una experiencia extraordinaria y muy emotiva. Los beneficios obtenidos con la venta de ejemplares irán destinados a un fondo de libros y DVD que serán donados a la biblioteca municipal de Uncastillo.
Nos gustaría que a través de este testimonio estas generaciones de jóvenes y otras venideras tengan una idea de la España de la época más ajustada a la realidad.
La pretensión del libro y del proyecto en general es recuperar parte de una memoria que por distintas circunstancias ha permanecido durante mucho tiempo en letargo. Un silencio que dado el tiempo transcurrido desde los hechos luctuosos que dan arranque a esa memoria y los contundentes cambios políticos y sociales acaecidos, ha debido interesar a todos, no derivando por tanto únicamente, como se pretende con demasiada frecuencia, de imperativos políticos dimanados del ejercicio del poder.

domingo, 21 de octubre de 2012

A propósito de Areles



Como dejó escrito Ortega y Gasset, el ser humano se siente obligado a indagar y a decidir. Un ser humano, verdaderamente humano, no se refugia allí donde se le incita a no pensar, sino que asume de buen grado vivir y elegir aun en medio del naufragio de la existencia. Esa es precisamente su dignidad y su reto. Probablemente ha sido este deseo de saber lo que durante años nos ha impulsado a buscar los restos de Vicente Tirapo Casanova y Cándido Tirapo Malón, familiares nuestros asesinados en agosto de 1936.
Supimos por diversos testimonios orales que Vicente y Cándido pudieron haber sido fusilados en Biota. Queriendo saber más concertamos una entrevista con Víctor, alcalde de la localidad, que siendo persona amable y cordial se mostró en todo momento deseoso de ayudarnos en lo que pudiera. Tuvimos así la posibilidad de consultar los libros de actas de defunción de los años 1936-37, donde constaban los nombres de catorce represaliados que el documento menciona como “muertos en acto de guerra”. Por la gente del pueblo supimos que, en realidad, el número de republicanos asesinados podía ascender hasta treinta rebasando los catorce de los que teníamos noticia hasta doblar su número.
Al poco dimos con una circular de octubre de 1958 que “invitaba” a los ayuntamientos de toda España a participar en la exhumación masiva de fosas con el fin de trasladar los restos al Valle de los Caídos, templo construido a la mayor gloria del Caudillo por presos republicanos que fueron así obligados a redimir su condena y que, además, tenía la oculta virtud de esconder en todo lo posible el rostro de la sangría, de la cantidad de asesinatos y barbaridades que había dejado atrás en su comportamiento inhumano buscando la llegada al poder a cualquier precio. Un hombre cercano al que fuera el enterrador de Biota en la postguerra nos confirmó que, ante la negativa de los vecinos de colaborar en el macabro asunto, se debió recurrir a algunos miembros de etnia gitana que por aquel entonces residían en el pueblo y que se avinieron a hacer el trabajo a cambio de unas botellas de vino y unos cuarterones. Una gélida noche del invierno de 1958-59, a la luz de unas hogueras encendidas al efecto, abrieron las fosas y colocaron los restos en tres cajas
La sospecha que se había instalado en nuestro ánimo fue un acicate más para afianzarnos en el compromiso, un valor inherente al ser humano que nos hace tomar conciencia e ir progresando. La duda y la curiosidad son nuestras permanentes compañeras tanto a nivel intelectual como en el plano sentimental. Se puede afirmar que sin esta actitud caminaríamos por senderos de verdades aceptadas sin cuestionarlas, algo poco recomendable para el ser humano que perdería la oportunidad de intentar resolver los enigmas, las dudas. La complacencia y la aceptación no crítica de los hechos nos aparta de la realidad.
Conocido esto, volvimos nuestra mirada hacia asociaciones que nos pudieran dar las claves necesarias para ir adquiriendo algunas certezas. La ley de memoria histórica ha sido el respaldo necesario para facilitar que naciesen un gran número de asociaciones cuyo fin ha sido recuperar y sacar del olvido episodios oscuros y ocultos que en gran cantidad de lugares tuvieron lugar antes, durante y después de la Guerra Civil. Hemos participado de los sentimientos a flor de piel y sentido la belleza, el dolor y la rabia que se transmite en las asambleas sobre la memoria histórica. En general, respiran calor humano, lugares comunes de la mayoría de las personas que defienden de forma democrática rescatar del olvido a las víctimas represaliadas por el franquismo.
Recordamos un intenso debate sobre la necesidad de construir Memoriales en homenaje a las víctimas en el que un sector los defendía y otra parte los rechazaba comparándolo con lo que Franco hizo con los mártires y héroes de la cruzada caídos por España y colocados en placas en los muros de las Iglesias.
No hay que equivocarse. Aquí se decidió de forma democrática, no como Franco que impuso y obligó con la complicidad de la Iglesia. Aún colocándolos en un lugar que está lleno de simbolismo religioso como es el cementerio, es también un espacio municipal y que pertenece al ayuntamiento, y su colocación en dicho lugar está justificada por el hecho de que mientras los franquistas están enterrados dignamente, de los represaliados no sabemos donde se encuentran la mayoría de ellos, lo cual supone discriminación e injusticia.
Queremos resaltar aquí que gracias a las cuotas de asociados y cuentas populares se han conseguido financiar proyectos destinados a recuperar la memoria histórica.
Aquí entró en escena Olga Alcega mujer valiente, luchadora y solidaria que ha hecho de la ayuda a las familias que buscan a sus seres queridos en fosas comunes su razón de ser. Familias como la nuestra. Fue Olga quien nos puso en contacto con la gente del Ministerio del Interior, que maneja los datos de toda España. Fue así como supimos de la llegada al Valle de los Caídos de tres cajas procedentes de Biota, continentes de veinticinco restos humanos, el ocho de abril de 1959. También fue así como supimos del número de los columbarios donde nuestros muertos están ubicados: son los Nº 2077-2078-2079. Una vez aclarado todo procedimos a enviar cuanta información habíamos recopilado a Amarga Memoria de Aragón acompañada del documento en el que reclamábamos los restos de nuestros familiares.
Desde aquí queremos denunciar y reclamar que el Valle de los Caídos no puede seguir siendo un icono del fascismo, el mausoleo de un dictador, el templo con el que el ejército y la Iglesia lavaron su conciencia después de una orgía de sangre. Hay que acabar con la vergüenza que este símbolo representa, pues ninguno de los miles de represaliados allí enterrados eligió compartir su lugar de reposo final con quien propició su tortura y su muerte. Ahora, que se cumple el setenta y cinco aniversario del inicio de aquella trágica guerra civil; ahora que algunos no quieren recordar, que desearían que se produjera una amnesia colectiva; ahora, desde aquí, evocamos las palabras del cineasta Luis Buñuel: “Una vida sin memoria no sería vida, como una inteligencia sin una posibilidad de expresarse no sería inteligencia. Nuestra memoria es nuestra coherencia, nuestra razón, nuestra acción, nuestro sentimiento. Sin ella no somos nada”. Unas palabras que son acicate, además de reconocimiento moral, de todas las personas que, bien por libre, en asociaciones, o a través de iniciativas institucionales están comprometidas en el recuerdo y la dignificación de la memoria histórica republicana.





Excmo. Sr. :
Por reciente acuerdo del Consejo de Señores Ministros, y por la ejecución y efectividad del traslado de restos de Héroes y Mártires de la Cruzada al VALLE DE LOS CAIDOS, a que se refiere la Circular de este Ministerio del pasado mes de mayo, se ha construido una Comisión, que preside el señor Ministro Subsecretario de la Presidencia.
Por dicha Comisión se han estudiado cuantas cuestiones se refieren a las operaciones de clasificación de los restos que han de ser trasladados; libros-registro y ficheros; confección de cajas para restos individuales identificados (de 60x30x30 centímetros); restos colectivos sin posible individualización (de 120x60x60 centímetros); fechas en que, en cada provincia tendrán lugar las exhumaciones y depósitos de restos en las cajas; itinerarios a seguir por los camiones que efectúen las recogida de las cajas, etc.
I. Sobre tales particulares recibirá V. E. en momento oportuno las construcciones pertinentes. Pero por el momento, he de encarecerle que, a la mayor brevedad y desde luego, antes del día 20 del próximo mes de noviembre lo que en principio parece posible, habida cuenta de los trabajos que se llevaran a rutas por consecuencia de la Circular referida; envié a la Subsecretaría de cada Ministerio un informe comprensivo de los siguientes extremos:
a) Número de enterrados en cementerios parroquiales, iglesias o panteones, que están identificados y respecto de los que media conformidad familiar para su traslado pudiéndose recoger a restos en caja individual.
b) Número de enterrados en cementerios parroquiales, iglesias o panteones, no identificados o que, aun identificados, por estar en fosa común o por otras circunstancias, no pueden ser individualizados sus restos.
c) Números de enterrados en cementerios especiales, de caídos en el frente o inmolados, que estén identificados y se supone que sus restos pueden recogerse en caja individual. (No se comprenden los cementerios de extranjeros.)
d) Número de enterrados en los cementerios o lugares a que se refiere el apartado anterior, que no estén identificados o que, aun estándolo, por estan en fosa común o por otras circunstancias, sus restos no pueden ser individualizados, por lo que habrán de trasladarse en cajas colectivas.
II. Por otra parte, deberá ese Gobierno Civil, sobre un mapa de 60x60 centímetros de su provincia, determinar las localidades en las que existen caídos o inmolados a trasladar; y al margen del nombre de cada localidad se anotará, en tinta negra, un número, que será el total de los que resulten de sumar los que estén en el caso de los apartados a) y c), y otro en tinta roja, con el total de los que resulten de sumar los apartados b) y d).
III. Asimismo, deberá confeccionar una relación de localidades, indicando respecto de cada una, en cuatro columnas, los casos a), b), c) y d), con suma total por cada uno de ellos.
IV. Llegada la ocasión, se estudiara por V. E. el plazo --que, en todo caso terminará antes del 1 de febrero de 1959-- en que puedan estar todos los restos a que se refieren los apartados a), b), c) y d) en las correspondientes cajas; los lugares de reunión de las mismas, que, puede hacerse en determinadas localidades hasta completar la capacidad de uno o más camiones, y el itinerario y tiempo a emplear por los camiones que envié Madrid para la recogida de cajas.
V. En su momento, y como antes se anuncia, por la Comisión se enviarán planos, pliegos de condiciones y precios de confección de cajas individuales y colectivas.
Cada caja colectiva se supone que puede contener restos de quince personas.
Dios guarde a V. E. muchos años
Madrid, 31 de octubre de 1958
Camilo Alonso Vega

Un día cualquiera de verano mientras realizábamos tareas de limpieza en la que fue la casa de Vicente y Petra, en el fondo del cajón de la antigua cómoda se presentó a nuestros ojos un atado de papeles antiguos que inmediatamente fueron inspeccionados con gran curiosidad. Entre papeles variados de apariencia puramente doméstica asomaron ante nuestros sorprendidos ojos algunas cartas privadas y, ¡Sorpresa!, documentos relativos a los dolorosos acontecimientos acaecidos en aquella segunda mitad del año 1936. Al iniciar la lectura de dichos documentos, nuestra primera impresión fue un ramalazo de perplejidad y dolor, de desasosiego, que persistió en nuestro ánimo durante varios días. Era para nosotros un hecho conocido de forma oral, pero tener el documento que lo probara en nuestras manos, fue sentir como una descarga eléctrica que recorrió nuestra médula con intensidad. Sentimos que aquellos legajos tenían alma y la transmitían.
Estas sanciones con la denominación de Responsabilidad Civil, fueron muy comunes en aquellos momentos. Además de arrebatarles las vidas, se trataba con estas leyes de ahondar más si cabía en la destrucción moral y económica de los supervivientes, de instalarlos en una situación de miedo y hundimiento económico, de marcarlos con el estigma de perdedores.
Como consta en el expediente del 26 de febrero de 1946, Petra, viuda de Vicente, solicita la devolución de los bienes enajenados y en manos del Estado desde 1936. El 17 de febrero de 1950 (cuatro años después de su solicitud) consigue recuperar lo injustamente arrebatado, eso sí, su paternalismo resulta esclarecedor: se le concede como quien hace caridad y beneficencia, que no justicia, por parte del Estado franquista. Todo esto muestra la calaña de los “vencedores”. Cuando en estos casos aparece algún tipo de documento resulta una “declaración de culpa” palpable, del autor de los hechos respecto a las víctimas.




Hay tragedias en las que no tenemos respuesta alguna, salvo el silencio y la empatía. Existen personas que dicen que el tiempo lo todo, pero al mismo tiempo esa gente ignora lo cruel que puede llegar a ser cada segundo, el peso de la tristeza que se acumula en el alma y que llega a despertar en determinadas horas y determinadas fechas de forma especial. Los recuerdos afectan el ánimo y cada recoveco de la memoria escuece.
Sólo queda el instinto de supervivencia; hasta el más débil de un naufragio busca una tabla a la que aferrarse para que tenga significado el aire que respira cura y la luz que alcanzan a ver sus ojos. A menudo esa tabla es la huella misma del ser que se ha ido, el propio amor perdido y dolorido. Su recuerdo parece obtener sólo silencio a pesar de estar dispuesto a dar la vida entera por una sola de sus palabras, por gozar de la más pequeña de sus sonrisas.
La vida entera se transforma en duelo. Es la última de las lecciones que se debe aprender, convivir con el duelo, sobrevivir al duelo. Sobrevivir, sí, sobrevivir en la voluntad de que el amor permanezca al menos como duelo. Después, algunos consiguen descubrir el regalo que siempre han tenido ante sus ojos y aún no han podido desarrollar la capacidad necesaria de aprender a contemplar con un cierto sosiego, la vida de quien añoran, es la misma vida que incita a mirar hacia adelante, seguir caminando a pesar del cansancio. Si aprenden a escuchar reconocen entonces en su interior la voz del ausente, y tienen la certeza de que finalmente todo tiene descanso. Esas personas tienen la fortuna de haber arrancado de las entrañas del duelo la certeza de que nadie desaparece.
Tenemos que entender que la felicidad no es una meta, sino la consecuencia de lo que hemos hecho de la vida, en el transcurso de nuestra existencia. Comprendes que vivir es convivir, luchar por algo valioso con otros.
Existir debería ser un acto de gozo, consciente y libre donde poder zambullirse en la aventura de vivir, y el verdadero bienestar proviene principalmente de dentro de la propia mirada y del propio corazón. Cuando el sol apenas asome ya en el horizonte de la vida, entonces nos daremos cuenta definitivamente de que lo más valioso es cuánto hemos querido y cuánto nos han querido.



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