Como
dejó escrito Ortega y Gasset, el ser humano se siente obligado a
indagar y a decidir. Un ser humano, verdaderamente humano, no se
refugia allí donde se le incita a no pensar, sino que asume de buen
grado vivir y elegir aun en medio del naufragio de la existencia. Esa
es precisamente su dignidad y su reto. Probablemente ha sido este
deseo de saber lo que durante años nos ha impulsado a buscar los
restos de Vicente Tirapo Casanova y Cándido Tirapo Malón,
familiares nuestros asesinados en agosto de 1936.
Supimos
por diversos testimonios orales que Vicente y Cándido pudieron haber
sido fusilados en Biota. Queriendo saber más concertamos una
entrevista con Víctor, alcalde de la localidad, que siendo persona
amable y cordial se mostró en todo momento deseoso de ayudarnos en
lo que pudiera. Tuvimos así la posibilidad de consultar los libros
de actas de defunción de los años 1936-37, donde constaban los
nombres de catorce represaliados que el documento menciona como
“muertos en acto de guerra”. Por la gente del pueblo supimos que,
en realidad, el número de republicanos asesinados podía ascender
hasta treinta rebasando los catorce de los que teníamos noticia
hasta doblar su número.
Al
poco dimos con una circular de octubre de 1958 que “invitaba” a
los ayuntamientos de toda España a participar en la exhumación
masiva de fosas con el fin de trasladar los restos al Valle de los
Caídos, templo construido a la mayor gloria del Caudillo por presos
republicanos que fueron así obligados a redimir su condena y que,
además, tenía la oculta virtud de esconder en todo lo posible el
rostro de la sangría, de la cantidad de asesinatos y barbaridades
que había dejado atrás en su comportamiento inhumano buscando la
llegada al poder a cualquier precio. Un hombre cercano al que fuera
el enterrador de Biota en la postguerra nos confirmó que, ante
la negativa de los vecinos de colaborar en el macabro asunto, se
debió recurrir a algunos miembros de etnia gitana que por aquel
entonces residían en el pueblo y que se avinieron a hacer el trabajo
a cambio de unas botellas de vino y unos cuarterones. Una gélida
noche del invierno de 1958-59, a la luz de unas hogueras encendidas
al efecto, abrieron las fosas y colocaron los restos en tres cajas
La
sospecha que se había instalado en nuestro ánimo fue un acicate más
para afianzarnos en el compromiso, un valor inherente al ser humano
que nos hace tomar conciencia e ir progresando. La duda y la
curiosidad son nuestras permanentes compañeras tanto a nivel
intelectual como en el plano sentimental. Se puede afirmar que sin
esta actitud caminaríamos por senderos de verdades aceptadas sin
cuestionarlas, algo poco recomendable para el ser humano que perdería
la oportunidad de intentar resolver los enigmas, las dudas. La
complacencia y la aceptación no crítica de los hechos nos aparta de
la realidad.
Conocido
esto, volvimos nuestra mirada hacia asociaciones que nos pudieran dar
las claves necesarias para ir adquiriendo algunas certezas. La ley de
memoria histórica ha sido el respaldo necesario para facilitar que
naciesen un gran número de asociaciones cuyo fin ha sido recuperar
y sacar del olvido episodios oscuros y ocultos que en gran cantidad
de lugares tuvieron lugar antes, durante y después de la Guerra
Civil. Hemos participado de los sentimientos a flor de piel y
sentido la belleza, el dolor y la rabia que se transmite en las
asambleas sobre la memoria histórica. En general, respiran calor
humano, lugares comunes de la mayoría de las personas que defienden
de forma democrática rescatar del olvido a las víctimas
represaliadas por el franquismo.
Recordamos
un intenso debate sobre la necesidad de construir Memoriales en
homenaje a las víctimas en el que un sector los defendía y otra
parte los rechazaba comparándolo con lo que Franco hizo con los
mártires y héroes de la cruzada caídos por España y colocados en
placas en los muros de las Iglesias.
No
hay que equivocarse. Aquí se decidió de forma democrática, no como
Franco que impuso y obligó con la complicidad de la Iglesia. Aún
colocándolos en un lugar que está lleno de simbolismo religioso
como es el cementerio, es también un espacio municipal y que
pertenece al ayuntamiento, y su colocación en dicho lugar está
justificada por el hecho de que mientras los franquistas están
enterrados dignamente, de los represaliados no sabemos donde se
encuentran la mayoría de ellos, lo cual supone discriminación e
injusticia.
Queremos
resaltar aquí que gracias a las cuotas de asociados y cuentas
populares se han conseguido financiar proyectos destinados a
recuperar la memoria histórica.
Aquí
entró en escena Olga Alcega mujer valiente, luchadora y solidaria
que ha hecho de la ayuda a las familias que buscan a sus seres
queridos en fosas comunes su razón de ser. Familias como la nuestra.
Fue Olga quien nos puso en contacto con la gente del Ministerio del
Interior, que maneja los datos de toda España. Fue así como supimos
de la llegada al Valle de los Caídos de tres cajas procedentes de
Biota, continentes de veinticinco restos humanos, el ocho de abril de
1959. También fue así como supimos del número de los columbarios
donde nuestros muertos están ubicados: son los Nº 2077-2078-2079.
Una vez aclarado todo procedimos a enviar cuanta información
habíamos recopilado a Amarga Memoria de Aragón acompañada del
documento en el que reclamábamos los restos de nuestros familiares.
Desde
aquí queremos denunciar y reclamar que el Valle de los Caídos no
puede seguir siendo un icono del fascismo, el mausoleo de un
dictador, el templo con el que el ejército y la Iglesia lavaron su
conciencia después de una orgía de sangre. Hay que acabar con la
vergüenza que este símbolo representa, pues ninguno de los miles de
represaliados allí enterrados eligió compartir su lugar de reposo
final con quien propició su tortura y su muerte. Ahora, que se
cumple el setenta y cinco aniversario del inicio de aquella trágica
guerra civil; ahora que algunos no quieren recordar, que desearían
que se produjera una amnesia colectiva; ahora, desde aquí, evocamos
las palabras del cineasta Luis Buñuel: “Una
vida sin memoria no sería vida, como una inteligencia sin una
posibilidad de expresarse no sería inteligencia. Nuestra memoria es
nuestra coherencia, nuestra razón, nuestra acción, nuestro
sentimiento. Sin ella no somos nada”.
Unas palabras que son acicate, además de reconocimiento moral, de
todas las personas que, bien por libre, en asociaciones, o a través
de iniciativas institucionales están comprometidas en el recuerdo y
la dignificación de la memoria histórica republicana.
Excmo. Sr. :
Por reciente acuerdo del
Consejo de Señores Ministros, y por la ejecución y efectividad del
traslado de restos de Héroes y Mártires de la Cruzada al VALLE DE
LOS CAIDOS, a que se refiere la Circular de este Ministerio del
pasado mes de mayo, se ha construido una Comisión, que preside el
señor Ministro Subsecretario de la Presidencia.
Por dicha Comisión se han
estudiado cuantas cuestiones se refieren a las operaciones de
clasificación de los restos que han de ser trasladados;
libros-registro y ficheros; confección de cajas para restos
individuales identificados (de 60x30x30 centímetros); restos
colectivos sin posible individualización (de 120x60x60 centímetros);
fechas en que, en cada provincia tendrán lugar las exhumaciones y
depósitos de restos en las cajas; itinerarios a seguir por los
camiones que efectúen las recogida de las cajas, etc.
I. Sobre tales particulares
recibirá V. E. en momento oportuno las construcciones pertinentes.
Pero por el momento, he de encarecerle que, a la mayor brevedad y
desde luego, antes del día 20 del próximo mes de noviembre lo que
en principio parece posible, habida cuenta de los trabajos que se
llevaran a rutas por consecuencia de la Circular referida; envié a
la Subsecretaría de cada Ministerio un informe comprensivo de los
siguientes extremos:
a) Número de enterrados en
cementerios parroquiales, iglesias o panteones, que están
identificados y respecto de los que media conformidad familiar para
su traslado pudiéndose recoger a restos en caja individual.
b) Número de enterrados en
cementerios parroquiales, iglesias o panteones, no identificados o
que, aun identificados, por estar en fosa común o por otras
circunstancias, no pueden ser individualizados sus restos.
c) Números de enterrados en
cementerios especiales, de caídos en el frente o inmolados, que
estén identificados y se supone que sus restos pueden recogerse en
caja individual. (No se comprenden los cementerios de extranjeros.)
d) Número de enterrados en
los cementerios o lugares a que se refiere el apartado anterior, que
no estén identificados o que, aun estándolo, por estan en fosa
común o por otras circunstancias, sus restos no pueden ser
individualizados, por lo que habrán de trasladarse en cajas
colectivas.
II. Por otra parte, deberá
ese Gobierno Civil, sobre un mapa de 60x60 centímetros de su
provincia, determinar las localidades en las que existen caídos o
inmolados a trasladar; y al margen del nombre de cada localidad se
anotará, en tinta negra, un número, que será el total de los que
resulten de sumar los que estén en el caso de los apartados a) y c),
y otro en tinta roja, con el total de los que resulten de sumar los
apartados b) y d).
III. Asimismo, deberá
confeccionar una relación de localidades, indicando respecto de cada
una, en cuatro columnas, los casos a), b), c) y d), con suma total
por cada uno de ellos.
IV. Llegada la ocasión, se
estudiara por V. E. el plazo --que, en todo caso terminará antes
del 1 de febrero de 1959-- en que puedan estar todos los restos a
que se refieren los apartados a), b), c) y d) en las
correspondientes cajas; los lugares de reunión de las mismas, que,
puede hacerse en determinadas localidades hasta completar la
capacidad de uno o más camiones, y el itinerario y tiempo a emplear
por los camiones que envié Madrid para la recogida de cajas.
V. En su momento, y como
antes se anuncia, por la Comisión se enviarán planos, pliegos de
condiciones y precios de confección de cajas individuales y
colectivas.
Cada caja colectiva se
supone que puede contener restos de quince personas.
Dios
guarde a V. E. muchos años
Madrid, 31 de octubre de
1958
Camilo
Alonso Vega
Un
día cualquiera de verano mientras realizábamos tareas de limpieza
en la que fue la casa de Vicente y Petra, en el fondo del cajón de
la antigua cómoda se presentó a nuestros ojos un atado de papeles
antiguos que inmediatamente fueron inspeccionados con gran
curiosidad. Entre papeles variados de apariencia puramente doméstica
asomaron ante nuestros sorprendidos ojos algunas cartas privadas y,
¡Sorpresa!, documentos relativos a los dolorosos acontecimientos
acaecidos en aquella segunda mitad del año 1936. Al iniciar la
lectura de dichos documentos, nuestra primera impresión fue un
ramalazo de perplejidad y dolor, de desasosiego, que persistió en
nuestro ánimo durante varios días. Era para nosotros un hecho
conocido de forma oral, pero tener el documento que lo probara en
nuestras manos, fue sentir como una descarga eléctrica que recorrió
nuestra médula con intensidad. Sentimos que aquellos legajos tenían
alma y la transmitían.
Estas
sanciones con la denominación de Responsabilidad Civil, fueron muy
comunes en aquellos momentos. Además de arrebatarles las vidas, se
trataba con estas leyes de ahondar más si cabía en la destrucción
moral y económica de los supervivientes, de instalarlos en una
situación de miedo y hundimiento económico, de marcarlos con el
estigma de perdedores.
Como
consta en el expediente del 26 de febrero de 1946, Petra, viuda de
Vicente, solicita la devolución de los bienes enajenados y en manos
del Estado desde 1936. El 17 de febrero de 1950 (cuatro años después
de su solicitud) consigue recuperar lo injustamente arrebatado, eso
sí, su paternalismo resulta esclarecedor: se le concede como quien
hace caridad y beneficencia, que no justicia, por parte del Estado
franquista. Todo esto muestra la calaña de los “vencedores”.
Cuando en estos casos aparece algún tipo de documento resulta una
“declaración de culpa” palpable, del autor de los hechos
respecto a las víctimas.
Hay
tragedias en las que no tenemos respuesta alguna, salvo el silencio y
la empatía. Existen personas que dicen que el tiempo lo todo, pero
al mismo tiempo esa gente ignora lo cruel que puede llegar a ser cada
segundo, el peso de la tristeza que se acumula en el alma y que llega
a despertar en determinadas horas y determinadas fechas de forma
especial. Los recuerdos afectan el ánimo y cada recoveco de la
memoria escuece.
Sólo
queda el instinto de supervivencia; hasta el más débil de un
naufragio busca una tabla a la que aferrarse para que tenga
significado el aire que respira cura y la luz que alcanzan a ver sus
ojos. A menudo esa tabla es la huella misma del ser que se ha ido, el
propio amor perdido y dolorido. Su recuerdo parece obtener sólo
silencio a pesar de estar dispuesto a dar la vida entera por una sola
de sus palabras, por gozar de la más pequeña de sus sonrisas.
La
vida entera se transforma en duelo. Es la última de las lecciones
que se debe aprender, convivir con el duelo, sobrevivir al duelo.
Sobrevivir, sí, sobrevivir en la voluntad de que el amor permanezca
al menos como duelo. Después, algunos consiguen descubrir el regalo
que siempre han tenido ante sus ojos y aún no han podido desarrollar
la capacidad necesaria de aprender a contemplar con un cierto
sosiego, la vida de quien añoran, es la misma vida que incita a
mirar hacia adelante, seguir caminando a pesar del cansancio. Si
aprenden a escuchar reconocen entonces en su interior la voz del
ausente, y tienen la certeza de que finalmente todo tiene descanso.
Esas personas tienen la fortuna de haber arrancado de las entrañas
del duelo la certeza de que nadie desaparece.
Tenemos
que entender que la felicidad no es una meta, sino la consecuencia
de lo que hemos hecho de la vida, en el transcurso de nuestra
existencia. Comprendes que vivir es convivir, luchar por algo valioso
con otros.
Existir
debería ser un acto de gozo, consciente y libre donde poder
zambullirse en la aventura de vivir, y el verdadero bienestar
proviene principalmente de dentro de la propia mirada y del propio
corazón. Cuando el sol apenas asome ya en el horizonte de la vida,
entonces nos daremos cuenta definitivamente de que lo más valioso es
cuánto hemos querido y cuánto nos han querido.
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